viernes, 23 de abril de 2010

En el cielo nocturno

Cuando miro las estrellas brillar en toda su grandeza, un presentimiento en el que eres protagonista se alza en mi, y siento que cada titilar se acompasa con los latidos que mi corazón profesa hacia ti. Pasas ligero como el viento que roza mi cara, pero tan fuerte como el brillo del astro ausente en la noche oscura. Entonces recuerdo tu risa y sonrío, escucho tus palabras y me sonrojo. Y de repente floto, me elevo en un sueño casi inmutable, el sueño de tu amor, me envuelvo en tu presencia y soy feliz.

Algunas veces despierto en la mañana con esa hermosa sensación todavía palpitante en mi pecho y en mi intento por conservar tu aparición construyo un día casi perfecto. Otras mañanas en cambio, doy vertiginosas vueltas y mis pies retornan al suelo, haciendome percibir lo que solo fue un efímero sentir, algo que solo podría ser una intensión mas de mi ilusión.

Pero los peores momentos, son aquellos en que tu mismo me devuelves a la tan temida realidad. que me hundes en las negras sombras de la tristeza y el dolor de no ser correspondido. Es allí cuando veo que hasta el día mas alegre se desvanece transformado en la noche más tormentosa.

jueves, 1 de abril de 2010

Cuando las sombras atacan al corazón

Un día, una de esas sombras a las que no se les ve fin, oscureció un corazón y lo atacó soltando un frió desgarrador, al que no le bastó con congelar el cuerpo, sino que fue mas allá, hasta el alma deteniendo el tiempo. En el proceso todo se vuelve confuso, miles de pensamientos llegan al tiempo y abordan la mente, se aparecen colores y sensaciones en una ya atormentada mente: Primero, viene el rojo hirviendo la sangre en las venas, se siente rabia, ira y ganas de destrozarlo todo alrededor. Luego llega el morado para gritar en desespero, es la búsqueda del desahogo brusco, es una lucha interna. Con el azul se siente al cuerpo ponerse tenso, la fuerza se va y todo queda en desolación. Verde, engañoso, hace sentir en cierta forma la calma. Pero si el rojo fue fuerte el amarillo hace volver el dolor con un deslumbrante y cegador resplandor que termina de matar la esperanza que queda, para darle paso finalmente al blanco, que deja a la víctima paralizada, simplemente, la hace impotente.
Tal vez, toda esa mezcla de sensaciones desemboque en una insignificante lágrima, que no se compara con ese dolor que se acrecentó dejando al pobre infeliz, solo esperando a que la muerte llegue lentamente.